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shakuhashi

DEL PLACER Y OTROS ENGAÑOS

DEL PLACER Y OTROS ENGAÑOS

 

Es bien conocido de todos, queridos niños, queridas niñas, que el cerebro está recubierto por una cáscara llamada cortex, corteza, que está dividido en tres partes.

 

En realidad nuestros enormes cerebros están compendiados, estudiados con muchos tipos de divisiones, atendiendo si se observa como pieza eléctrica, o como pieza funcional, o como órgano morfológico, órgano anatómico… y cienes y cienes de posibles maneras de estudiarlo y atomizarlo, en el inútil intento de comprender lo que es en puridad nuestra esencia más esencial.

 

Pero a mi hoy me interesa la división basada en el cortex, en las diferentes capas de las cortezas de la naranja.

 

Es un asunto curioso este de definir algo que usamos para definir, casi se auto referencia. El cerebro usa sus funciones para pensar en sus funciones.

 

Como si fuera circular, empieza y termina en sí mismo. O mejor como una cinta de Moebius, circulo que es un ocho que es  tridimensional que a la vez es bidimensional, que a la vez es monodimensional, porque solo tiene un perímetro, un lado, pero que en realidad tiene dos pero retorcidos. Es un imposible topológico pero a la vez es una realidad tangible.

 

Decía, hace rato, que los distintos estadios de la evolución son localizables en la cáscara de la mandarina:

 

El hipotálamo es la parte animal, instintiva, la parte que se encarga de la supervivencia, de las reacciones automáticas, de la inconsciencia, de los procesos fisiológicos.

El paleocortex se ocupa del olfato.

Y por fin, el neocortex es la parte más moderna, más nueva, más evolucionada, la que se ocupa de los símbolos, de lo abstracto, de la poesía, de la consciencia. Del pensamiento.

Del alma. Los recuerdos. La vida.

 

En la primitiva corteza, en el hipotálamo se localiza el sistema límbico… bueno, es más complicao. En realidad es lo contrario, osea, que el sistema límbico comprende el tálamo, el hipotálamo, la amígdala cerebral, el séptum, el mesencéfalo, el cuerpo calloso… osea, caña de lomo serrano. Lo dejamos en que el sistema límbico controla nuestro ser primitivo. Es el responsable principal de la vida afectiva, y es partícipe en la formación de memorias, en las que participan el Hipotálamo, el Hipocampo, la Amígdala y cuatro áreas relacionadas. Las funciones principales del sistema límbico son: la motivación por la preservación del organismo y la especie, la integración de la información genética y ambiental a través del aprendizaje, y la tarea de integrar nuestro medio interno con el externo antes de realizar una conducta. Más o menos.

Y también es el responsable, el límbico este, de todo el misterioso y complicao mecanismo del placer.

Concretamente en el área Ventral Tegmental que  está en el Tronco Cerebral, que consiste en vías de dopamina, que parece ser que es lo que genera el placer.

 

De lo que se deduce que en realidad el placer tiene más que ver con la simple supervivencia que con los conceptos abstractos, por mucho que nos guste y nos cause placer escuchar a Eric Clapton haciendo brisa tenue con la acústica.

 

Y es que por poco que nos fijemos, el origen de todos los placeres que tanto nos iluminan los días –y las noches- es la supervivencia.

El placer de la buena mesa proviene de la necesidad de alimentarnos.

El placer de un Vega Sicilia proviene de la necesidad de beber.

En el sexo la trampa es más evidente, porque nos concede una gran cantidad de placer  con el fin primitivo de la perpetuación de la especie.

Sin esa recompensa tan magnífica puede que la raza humana fuera extinta al día de hoy.

Hasta el placer de la cultura tiene su origen en la necesidad de desarrollar nuestro segundo órgano preferido, el cerebro, ese que nos ha convertido en la raza más poderosa del planeta, solo superados por los verdaderos propietarios de la Tierra: las hormigas.

 

Es decir, que lo placentero, lo que nos hace superar cada día, ese espiritual placer que nos alimenta las mientes y los corazones, y los cuerpos serranos, no es más que una vil y placentera (nunca mejor dicho) celada, una tramposa trampa que nos tiende nuestro arcano ser primitivo para seguir viviendo.

 

Caigamos, pues en esas cadenas hechas de dopaminas y endorfinas, y sigamos disfrutando, con un poco más de espiritualidad que los monos adultos, pero en el fondo con los mismos mecanismos de supervivencia.

8 comentarios

pipino pescatore -

ojú ojú ojú
y el Beades Boy por aquí
ojú ojú ojú

Saludos camarrada

jesús Beades -

Y al final, se habrá explicado todo... y seguirá sin explicarse nada.

Junkidriko -

Bravo por el post principal y bravo por el comentario largo incluído luego.

Gracias por el aporte a la cuestión del "todo por la supervivencia" y "la gestión de información".

Eternamente agradecido.

Irene -

Toi, :((( , no me he enterào de nádenà. Ejemmm.... ESTOY DE FERIAAA!!!!

Prometo volver al post (cuando esté más despejada..), a los comentarios y a ese artículo que parece interesante.
Besitos y nos vemos

toi -

En el ABC digital de hoy me encuentro esta noticia mandada por el corresponsal de Londres... qué casualidad:
Hallan la zona cerebral donde reside el espíritu de aventura
EMILI J. BLASCO. CORRESPONSAL. LONDRES.
Cuando elegimos lo desconocido, atraídos por probar la novedad o experimentar el riesgo de la aventura, la actividad cerebral ocurre en una de las zonas primitivas del cerebro, el striatum ventral. La localización ha sido determinada por neurólogos británicos, que sugieren que la opción por la aventura se ve premiada en esa región dominante de la recompensa con liberación de dopamina. Estas conclusiones han sido establecidas en experimentos llevados a cabo en el University College London, mediante el seguimiento en la toma de decisiones de un grupo de voluntarios a través de la proyección de imágenes de resonancia magnética.
A los voluntarios se les mostró un selección de imágenes con las que ya estaban familiarizados. Cada imagen fue asociada con una única probable recompensa, y durante la prueba los participantes estuvieron averiguando qué imágenes aportaban la mayor ventaja. Pero cuando imágenes no familiares fueron introducidas entre las opciones, los investigadores advirtieron que la mayoría de los voluntarios se arriesgaban y tomaban la opción desconocida. El proceso fue seguido mediante escáneres que miden el flujo sanguíneo del cerebro y hacen resaltar las áreas más activas en una proyección gráfica. Cuando los voluntarios seleccionaban una opción no familiar, el área del cerebro conocida como striatum ventral se iluminaba, indicando que era más activa.
Un premio al riesgo
El striatum ventral es una de las regiones del cerebro más primitivas en la evolución, lo cual indica que un proceso similar puede ocurrir también en muchos animales, según destaca la doctora Bianca Wittmann, que ha dirigido la investigación. «Buscar nuevas y desacostumbradas experiencias es una tendencia fundamental de la conducta en los seres humanos y en los animales. Tiene sentido intentar nuevas opciones que pueden demostrar ser ventajosas a largo plazo», indica Wittmann.
Aunque los escáneres utilizados no mostraron de manera definitiva cómo la opción por la aventura es premiada en el cerebro, Wittmann considera muy probable que se trate de una liberación de dopamina. De hecho, la liberación de neurotransmisores como la dopamina sigue a determinadas opciones o a la realización de acciones que se demuestran beneficiosas. Estos premios ayudan al hombre a aprender qué conductas son preferibles, y las ventajas de su repetición.
De todos modos, este proceso natural es susceptible de explotación. Así ocurre cuando la atracción por la novedad es aprovechada por las compañías para aumentar las ventas de sus productos. Wittmann señala que «puede que tenga una barra de chocolate favorita, pero si veo una barra empaquetada de modo diferente, anunciada por su mejor y nuevo sabor, mi búsqueda de experiencias nuevas puede animarme a dejar a un lado mi elección habitual. Esto introduce el peligro de que a uno le vendan «vino viejo en odres nuevos», y es algo que los departamentos comerciales conocen bien».
Un lado aún más oscuro lo apunta el profesor Nathaniel Daw, que ha participado también en el estudio. Advierte de que en los seres humanos «una incrementada búsqueda de novedad puede jugar un papel en la adicción al juego y las drogas; en ambos casos median disfunciones en la liberación de dopamina».

jesús Beades -

... y por algo más que la supervivencia. Ese algo más, trascendente, que nunca acabamos de definir, pero que aparece, terco, misterioso, esquivo, en cada obra humana, en cada pieza de arte.
El hombre es algo más que su cerebro.

Infiltrado -

¡Viva nuestro arcano ser primitivo!! ¡Wapo, coño!

Diego -

Así que cuando bailo con ella, la agarro suavemente por la cintura, balanceamos nuestros cuerpos al ritmo del tango, nos dejamos caer en el espacio topológico de un giro inesperado y sentimos un subidón placentero de dopaminas y endorfinas...

Agradecido al Sr. Límbico ése.
Que no pare la música.
No detengamos la dopamina.