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shakuhashi

Paripé

La Semana Santa en Sevilla puede ser muchas cosas, pero no es un paripé.

Antonio Burgos, pregón 2008.

3 comentarios

Abaddón -

¡Bravo, Driver! Te vas superando. Un auténtico placer seguirte el rastro, como siempre.

Casta Niebla -

MO-NU-MEN-TAL!!!!!!!!!
Uno de los mejores!!!!!!
Driver... la imagen de las axilas con olor a michelin... ayyyyyyy estoy a las risotadas.
Además, me recuerda a algunas cosas de acá...
No tenemos pasos, ni cofradías ni nada de esas cosas.
Pero, se llena de gente en las celebraciones y misas de Semana Santa.
Yo disfrutaba mucho cantando en ellas.

Anónimo -

UN HISTORIA DE SEMANA SANTA

Despertaron con ganas de salir rápido y hacer el porte a Sevilla.

Un desayuno rápido y a la cabina.

Era tiempo de Semana Santa en la España de las Autonomías.

Al llegar a la cafetería, vieron acodados en la barra a dos nazarenos que junto a una botella de anís del mono eran tres.

Una manchega cuarentona, con un canalillo que parecía el desfiladero de Despeñaperros, les sirvió la pitanza.

El anís del mono ejercía un efecto multiplicativo en las retinas de los dos nazarenos, de tal suerte que cuando miraban el canalillo de la manchega aquello parecía más bien una sima abismal en pleno océano Pacífico.

Un cartel junto a la tarifa de precios advertía de la expresa prohibición de blasfemar en público.

El océano Pacífico empezó a moverse hacia arriba y hacia abajo, al ritmo alocado con el que la botella del mono viajaba incansablemente de su posición vertical a las copas de los nazarenos.

De pronto ocurrió. El nazareno más joven empezó a sentir un extraño cosquilleo en las piernas, al mismo tiempo que en el estómago del mayor se producía una reacción quimica virulenta.

Los grandes árboles caen igual. Al principio un ligero temblor en la base, más tarde un estertor de inestabilidad general, e inmediatamente después un desplome solemne, atroz, tipo cataplumplás, definitivo.

A dormirla.

Cuando el Cofrade Mayor de la Procesión de la Virgen del Prado, entró en la cafetería, lo vió todo a un tiempo: el canalillo de la cuarentona, los dos nazarenos en posición horizontal, los dos camioneros en posición vertical y el cartel de prohibido blasfemar.

“ Me cago en el Ministerio del Interior” - dijo el Cofrade Mayor- una vez que hubo sopesado la remota posibilidad de que aquella expresión pudiese ser tomada por una blasfemia.

“ Y ahora .. ¿ quién saca a la patrona?”

Rápidamente hizo un cálculo mental. Si el paso de la Virgen del Prado pesa dos mil quinientos veinticuatro kilos y lo portan entre treinta nazarenos, tocan a ochenta y cuatro kilos por nazareno. Si ahora eran veintiocho nazarenos, tocaban a más de noventa kilos . Demasiado.

El Cofrade Mayor, antiguo sargento del ejército de tierra, se dirigió a Driver y al Gordo.

Les miró con la antigua energía con la que se dirigía a la tropa, y despreciando la remota posibilidad de una negativa les dijo: “ Vosotros dos, conmigo”.

Tumbaron a los dos nazarenos en la mesa grande de mármol. Les quitaron la túnica, el rosario y la vara de apoyo. Se los dió a los camioneros y les dijo.

“Hace trescientos cuarenta años que la Virgen del Prado sale en procesión . Hoy la vamos a sacar también”.

El Gordo hizo un intento de explicar que quería ir a ver a su hijo. Pero el Cofrade Mayor ya estaba ajustándole la túnica . En el instante de ceñirle la soga que recogía la túnica a la cintura, le dijo al Gordo. “Trescientos cuarenta años, trescientos cuarenta años, señor”.

Aquel “señor”, le sonó al Driver más a una súplica que a una imposición.

Así que cuarenta minutos después, una treintena de españolitos de a pié estaban en la iglesia del pueblo frente a un párroco octogenario.

Después de bendecirles a todos y cada uno de elllos, D. Julián les dijo:

“ Como se caiga la Patrona os excomulgo a todos . Como que hay un Dios”.

Las ideas se habían diluído a lo largo de las vidas de este grupo de católicos. Algunos de ellos sólo pisaban la iglesia en caso de extrema necesidad. La mayor parte de ellos no sabrían ni decir un Credo completo. Sus vidas privadas distaban un buen trecho de la moralidad dictada desde los púlpitos.

Pero que quieres que os diga, treinta españolitos de a pié. Y punto.

Un director del Banco Popular que estaba más cerca de la moral judía que de la cristiana. Un comercial de la fábrica de terrazo cuya principal habilidad estaba en el pago de comisiones a arquitectos corruptos. Un enlace sindical que dominaba el arte de la oratoria en los mítines, y por la tarde vendía a sus compañeros en las reuniones de empresa. Un concejal del grupo mixto, al que llamaban el limpio, por la cantidad de veces que se cambiaba de camisa. El dueño de la gasolinera que trucaba los contadores de combustible. El secretario del Ayuntamiento, que calculaba el impuesto de bienes inmuebles de sus paisanos en función de los regalos que recibía de los mismos por Navidad. Un médico del Centro de Salud , cuyas vacaciones pagaba todos los años un laboratorio farmaceútico. Un imbécil que no había trabajado en su vida. Tres jubilados que decían que si no les dejaban sacar a la Patrona quemarían la iglesia con D. Julián dentro.Y para terminar la Juli, la puta del pueblo que decía que para lavar sus pecados salía descalza y que ella empujaba como un hombre, pues al fin y al cabo era lo que hacía todo el año, empujar.

Y así hasta treinta, contando al Gordo de Corral de Almaguer, y al Driver del barrio de Los Angeles de San Rafael que era un conductor de ambulancias y le olían las axilas a neumático michelín.

La madera de encina que formaba los cuarterones y los entrevigados del paso crujió al alzarse lentamente hacia los cielos.

El Cofrade Mayor se emocionó al ver salir a la Patrona por el arco carpanel labrado en piedra caliza de la iglesia de su pueblo.

Los parroquianos enmudecían al paso de su patrona.

Las fuerzas vivas del pueblo, puestos de punta en blanco con sus mejores galas, seguían a la patrona en un cuidadoso orden jeráquico.

Las beatas iluminaban las calles con una retrospectiva de la historia del cirio, a la vez que consideraban un signo de modernidad intolerable el hecho de que la Juli estuviera allí, rodeada de hombres, como si no tuviera bastantes a lo largo del año.

Debajo del paso, aquella treintena de españolitos de a pié sudaban las gotas de una religión castiza y solariega.

Desconfiados, estafadores, malencarados,inconscientes y contradictorios.

Trescientos cuarenta años de cultura ibérica les contemplaban.

Arriba, San Dios se echaba las manos a la cabeza. Se acordaba de los orígenes de la historia. De cuando decidió bajar a la tierra y poner un poco de orden en el corralillo. Del frío de cojones que hacía en el portal donde nació. De cómo tuvo que convencer a su Padre para que le dejara bajar. De la forma en la que trataron a sus padres que tuvieron que salir echando leches de Belén para evitar que les cortaran el gaznate. De cómo el hijo de puta de Herodes se cargó a media generación de paisanos sin que le juzgaran por crímenes contra la humanidad. De como los romanos se pasaron un pelo con tal de llenar de trigo y vino las despensas de Roma. De aquel día en el que se le hincharon los cojones y echó del templo a tortazo limpio a los mercaderes. De las bodas de Canaán, en la que en un momento de debilidad decidió organizar mejor la boda de aquellos dos pardillos. De lo perdidos que andaban los hombres y cuatro cosas claras que les dijo con un par le condujeron sin querer a organizar una revolución. De lo buena que estaba María Magdalena , que qué porras, por lo menos fué la única que le escuchó cuando andaba jodido. De aquel grupo de pescadores que decidieron cambiar las redes por la oratoria , y nunca tuvo claro si lo hacían por la crisis pesquera o por el alucine que pillaron el día que les hizo el truco de andar por encima de las aguas.De la mierda de juicio falso que le cascaron sin abogado de oficio ni nada. Del pedazo de cruz de madera donde le clavaron hasta morir, y así un líder menos contra Roma.

Y así y todo, San Dios echaba de menos a aquellos humanos contradictorios e inexcrutables, que no había quien les entediera; que tienes un buen amigo como Pedro y luego va y te la juega en la primera gasolinera; que vas a darles lo mejor de ti mismo y entienden lo que les sale de los huevos; que son más falsos que San Judas Tadeo que parecía que llevaba la sucursal del banco Popular de Almendredejo; que les explicas lo de la otra mejilla y se arman un taco y pasan del ojo por ojo a un pacifismo paleto de un jueves a un lunes.

La de Dios, la de Dios. Lo que yo te diga. Que luego van y a la madre que me parió la quieren con una pasión que es que me dejan cortado, y claro una madre es una madre, y me dan en el punto débil y no tengo más remedio que reconocer que malos, malos, lo que se dicen malos, no son; en todo caso un poco desastres.

Que se acuerdan de mí cuando tienen la cuerda al cuello, y el resto de la semana si te he visto no me acuerdo.
Y claro, a mí también me gusta que me llamen mis amigos, por muy hijos de satanás que sean.

Al terminar la procesión, el Cofrade Mayor se acercó al Gordo y a Driver.Este hombre era dueño de una ferretería. Les dió las gracias, les regaló una imagen de la Patrona que por el anverso tenía una tabla de conversión de pesetas a euros.

“La patrona es para que os proteja en la carretera; y lo del euro es que se me ocurrió a mí”.

El Gordo engranó la primera y arrancó.

Atentamente: Driver, dedicado a los nazarenos que como yo, salimos a la calle cada año.