Las cuatro del Montagnana de 1740 valorado en un par de millones de leuros con el que Dirk me deja jugar, imagino que con el corazón encogío, mientras Marga nos hace la foto.
Estamos haciendo otro disco. El estamos es mayestático, claro. En realidad lo han interpretado él y María Esther Guzmán, guitarrista excelente, sevillana.
Yo solo les estoy haciendo el diseño de la portada y arreglando el sonido. Que valiente pejiguera es el maestro Vanhuyse... ¿es que tú no notas que ese Do sostenido se va un pelo? vamos a repetirlo.
La que me ha dado, joder con el perfeccionista.
Muchas horas, pero disfrutando como un crío. Qué guitarra, qué cello.
Ya está casi. Solo queda una foto de los dos juntos, que esta vez la vamos a hacer en el jardín.
La de portada será o la del puente de Triana que algún día colgará Diego en su casa, o la de san Leandro que ya tiene Vittorio en la suya.
La otra noche me llenó la mesa de partituras que parecían una pelea de hormigas de anotaciones quer tenía (Schubert es lo que tiene) y nos liquidamos el tabaco que traía él más una caja de puros que tenía yo, además de alguna cerveza distraida. Pero lo acabamos, las pistas quedaron listas. Otra cosa es el arte gráfico... tendrá que ponerse a la cola.
Qué mundo más distinto el de los músicos... son de otro planeta, es un hecho, hablan lenguas extrañas.
Y cuánto les debemos. Nada más y nada menos que poder escuchar el idioma de los ángeles.
Las poquitas veces que he navegado cuando decía cuerda me corregían: en mi barco la única cuerda que hay es la del badajo de la campana. Las demás son cabos. Antes también estaban las de los relojes, pero ya ni eso.
Dar cuerda al reloj era una tiranía cotidiana, tampoco demasiado gravosa. Cortazar dejó escrito que cuando te regalan un reloj tú eres el regalado al reloj, por la obligaciones diarias que esa maquinita te impone.
Es posible que sea la nostalgia de mis cincuenta años, pero he rescatado tres antiguos y buenos relojes de cuerda que guardaba en una caja, y van perfectamente. A mi me gusta mirarlos, me los pongo en la muñeca algunos días, son objetos bellos, armoniosos.
Incluso en su imperfección.
Hasta los relojes más caros retrasaban o adelantaban algún minuto al cabo de los días, y tenías que ponerlo en hora, para lo que existía hasta un servicio telefónico, el 090 (¿093?) creo recordar, que te decía que al oir la tercera señal serán las veinte horas, cuatro minutos y treinta segundos... y todos estábamos pendiente del parte, con sus señales horarias con forma de tres pitidos cortos y uno largo que marcaba o la hora en punto o las y media.
Es bueno que eso se acabara con la explosión de los relojes de cuarzo, tan exactamente exactos. La entropía ya no es lo que era, tanto orden y perfección.
Hay quien dice que menos mal que se inventó el bolígrafo, para librarnos de la esclavitud de las estilográficas... No se. Yo colecciono plumas y es lo único que uso para escribir o dibujar.
Demasiado viejo para el Rock’n’Roll pero demasiado joven para morir.
Ayer, mientras estudiaba en el salón, de repente, sin venir a cuento, mi Juan dijo estoy seguro que los apagones unían a la familia. Lo que me da una idea cabal de su grado de concentración y de lo poco que le estaba interesando la química.
Evidentemente, ya no hay casi nunca apagones, tan frecuentes hace muchos años. Pero reconozco que eran muy divertidos. Mi padre intentando poner orden, no moveros, Toi, donde has puesto las velas, Maite, donde están las cerillas, Julio, haz unas lamparillas de aceite.... La tele dejaba de existir, la oscuridad compartida era preciosa, y al final acabábamos los nueve alrededor de la camilla y de un candelabro charlando, riendo, contando historias, una vuelta a la edad del bronce, familiar, entrañable.
Ignoro de dónde sacaría Juan esa idea mientras se enfrentaba a los moles de azufre y de helio, pero a mi me trajo hermosos recuerdos, igual que cuando por las noches, antes de cerrar mi estudio para dormir, le doy cuerda a mis relojes del siglo pasao.
Ayer escribí esta sandez de abajo, pero al rato la quité porque ofendía a un amigo.
Hoy lo vuelvo a colgar después de quitar la palabra subnormal que en efecto era excesiva:
Parece un tema baladí, pero es una cuestión que está definiendo nuestro paisaje cotidiano.
La genial Donna León es norteamericana, y muy inteligente. Lleva más de veinte años viviendo en Venecia.
Además de por las razones obvias (el lugar con más belleza por milímetro cuadrado del orbe) vive allí porque no hay coches. Ni motos, ni camiones. Ni siquiera bicicletas, esas tiránicas máquinas que gracias a un subterfugio llamado carril-bici son cabalgadas por estulticios que agreden continuamente a tranquilos caminantes por las aceras de medio mundo, especialmente de Sevilla.
Marga y yo fuimos testigos de un operístico dispositivo policial en la Piazza (de san Marcos, aunque como allí solo existe esa plaza nunca añaden al santo... las demás o son piazzales o campos) con el que carabinieri y polizias (no confundir, se odian) rodeaban a un jipi de esos que llevan una bici-caracol lleno de maletas y bultos adosados, de esos que suelen viajar por el mundo hasta que mueren agotados en alguna ignota cuneta, y lo acompañaron educada y enérgicamente al vaporetto que le llevaría a la placita de Roma para que se largara con sus ruedas del demonio... una simple bici también prohibida... ¿se puede soñar mayor felicidad?... bueno, sí, pero ahora Carla Bruni tiene poco tiempo para que cantemos juntos.
No recuerdo si la vi en Minority Report o en Yo, Robot, pero era la solución definitiva a esto del hacinamiento de los coches. Cuando el usuario lo abandona unos brazos robóticos se lo llevan (al coche) a las entrañas de la tierra, y le asignan un número, y me imagino que una posición y un millón de datos más. de forma que cuando lo necesitas en el otro pico del barrio, pasas la papela con el código de barras y te lo colocan a tu vera. Además salía una solución perfecta para el problema del tráfico en las ciudades (seguro que en Yo, Robot) y es que los putos coches circulan por debajo de la ciudad, dejando la superficie a las personas humanas de dos piernas.
También, para seguir soñando, habían desaparecido los accidentes, porque no eran las falibles personas las que conducían, sino un sistema computerizado prácticamente sin errores.
Cuando se me abren las carnes pensando en los diarios infiernos de los accidentes de tráfico, la peor pandemia que está atacando a la humanidad el último siglo, me acabo preguntando cómo es que no se llevan a cabo medidas similares a nivel planetario.
Hay muchas más preguntas en torno a este tema... porqué seguimos usando ese veneno llamado petróleo cuando ya tenemos la tecnología que podría sustituirlo, llámalo electricidad, paneles solares, agua (sí, el mítico y legendario motor de agua ya existe, desde hace decenios).
Es verdad que parece que hay cosas más urgentes, que curiosamente tampoco se acometen, pero esto de los coches nos ha determinado sutilmente incluso más que ese otro enemigo de la humanidad que es la televisión.
Mejor dejo de plantearme paridas y me voy a que se siga quedando conmigo el Buenafuente.
Volvíamos el Beades y yo de madrugada de quehaceres profesionales, por esas carreteras de Dios, conversando de lo divino y de lo menos divino, cuando se nos metió en el coche, en la conversación, el amigo Luis De Beethoen, conocido en sus tiempos como El Español, por lo malcarado, lo renegrío, por lo malhumorado, por lo bajito... y por lo genial, añado rotundo, que tal era la imágen que tendrían por esos años de nosotros (de nosotros en realidad no, de nuestros tatarabuelos) en la hipócrita, aburrida, triste Europa.
Además venía cargado con balas que hieren: su piano. Una grabación muy antigua empezó a sonar en el radiocassette de mi coche, que harto de robos ha regresado a la prehistoria de las cintas de cassette.
Si Beethoven es maravilloso siempre, lo es más cuando desmigaja las teclas del rey de los instrumentos, cuando lo desnuda entero para nosotros.
Y me demostró el carácter milagroso de su música porque hasta Beades estuvo callado mientras sonó ese piano tocado por Barenboim, que nos tiene malos dedos.
Era el conocido concierto para violín, pero en una trascripción que el mismo Sordo Divino hizo cuando le encargaron el sexto concierto para piano y ya no tenía ganas de componer pero sí ganas y necesidad de trincar pasta gansa por el encargo.
Es una pieza excepcional. El piano juega con la orquesta, se persiguen, se esconde, bailan juntos... que siempre me hace reir imaginarme a los sesudos, solventes y serios profesores con sus fracs y sus pajaritas tocando esa música tan divertida, tan imaginativa, tan inteligente, tan juguetona. (Eso es más evidente en el Triple Concierto... pero esa es otra dimensión de la que intentaré hablar otro día).
Pero lo que quiero deciros que, al final, más allás de Vivaldi, de Pergolesi, de Vitoria, de Bach, de Mozart, de Gorecki, hasta de Debussy y de Schubert, mucho más allá de Brahms el inmenso, lejos, en las estrella, brilla Beethoven. Y siempre que lo he necesitado ha aparecido, para salvarme, para cantar conmigo.
Recuerdo mi primera (que melodramático suena) depresión, cuando me enteré que mi hermana tenía cáncer, que me ayudó a navegar esas negras aguas un caradura genial llamado Neruda... la poesía, siempre la poesía.... pero la otra noche, mientras Alfanhuí volaba lejos, y Beades estaba a mi vera, nuestro maravilloso Sordo también estaba con nosotros.
Andaría yo por los diez y nueve años, a lo mejor diez y ocho, y me alquilé un ático en Triana, República Independiente, y me fui completamente inconsciente de cómo le desgajaba el corazón a mis padres.
Ahora ya sí que lo sé.
Hace muchos años que se fue la mayor. Y lo primero que le pregunto siempre que llama es si es feliz, si está bien, si está contenta. Es lo único, lo único, que de verdad me importa. Es para lo que vivo.
Después se largó para Hannover el segundo, solo unos meses, pero suficientes para echarlo de menos con virulencia.
Y ahora se me marcha a Barcelona la tercera.
Ellos no tienen ni idea. Creen que saben, pero en realidad no saben.
Tienen la obligación de usar las alas, que para eso se las hemos regalado, y además no deben nunca sospechar cómo nos dejan de rotas las entrañas. Porque ese desgarro no es en absoluto triste, al revés, es una alegría inmensa. Pero duele.
El más pequeño hoy, rigurosamente hoy, cumple quince años. Lo cual parece una entelequia porque nació el otro día. El otro día lo trajimos con forma de mortadela envuelto en una toquilla blanca y se lo enseñamos a cinco hermanos impacientes que no se podían creer, en el jardín lleno de primavera, con la luna grande y blanca, con el sol amarillo, el cielo azul y las nubes blancas y nítidas. Y toda, toda la vida por delante. Toda la vida para disfrutar de ese grupo de seis insensatos que me cabían dentro del casco de la moto.
Ahora, en el claro de la luna, la misma de entonces, sigo teniendo toda la vida arrancando desde mi puerta, a mis pies.
En aquel ático de Triana, hace muchas muchas lunas y muchos muchos soles, vivía una vieja, la Carmela, que tenía dos hijos, el Joaqui y Mi Chico, que parece que solo le daban sofocones. Prácticamente todos los días, cuando subía a tender a la azotea que yo había colonizado me decía lo mismo: no tengas hijos nunca, Antonio, no dan más que calamidades y disgustos, no sea tonto y no vaya a tene hijo.
Que pobre mujer... Mi pena es que solo tengo seis. Duelen, pero mucho más te alegran los días, las horas, los minutos.
Vale la pena vivir, aunque mi chico tenga justo hoy, de pronto, sin avisar, quince años.
"... estaba el tranquilo elefante destrozando y desbrozando la selva impenetrable cuando de repente, de la espesura, salió una pequeña pero enérgica hormiguita, que de esta manera le habló, dime, oh inmenso elefante, tu tamaño desmesurado ¿te sirve para ser feliz?
nidea, le respondió el proboscídeo de la clase de los mammalia del orden de los paquidermos, tengo sombra, tengo follaje, de entrambas acepciones del vocablo, (se ve que el avisado elefante ya sabía de su amplio y polisemántico uso) tengo todas las horas para mi, la noche la uso para dormir, el día para vivir, si llueve me gusta mojarme, si hace sol tengo la dulce umbría de mi selva selvática, el resto de la manada me da conversación y alimenta mi curiosidad, cuna del conocimiento, y mirar la pradera infinita colma mi saciedad de trascendencia. No se qué es eso de ser feliz. Solo soy un elefante, muy guapo, pero elefante.
Nada más.
Y nada menos.
..... y la pequeña pero enérgica hormiguita cojonera siguió su camino, que a causa de su ridículo tamaño era larguísimo, en busca de la respuesta a la eterna pregunta: ¿cual es el sentido de la vida? sin saber que a solo unas centenas de metros, millones de kilómetros para ella, mucho más allá de sus más aventurados y venturosos sueños, allá adonde nunca llegaría, estaba la respuesta: el sentido de la vida es......¡¡¡42!!!"
Alirio Hoffman. Fragmento extraído de Ensayo sobre La Guía del Autoestopista Galáctico.
Si dices el número 42 en japonés suena a “ir a morir” y en cantonés suena a “muerte fácil”
Si dices 42 en francés suena “quarante deux” (cagando)
4 elevado a 2 es igual que 2 elevado a 4 (es la unica situación en la que esto ocurre)
42 es el ángulo con el que salen los arcoiris
Resulta que si hicieras un tunel de un lado a otro de la tierra cruzando por el centro y te «tirases» por el agujero, la gravedad te aceleraría hasta pasar el punto medio y a partir de ahí de empezaría a frenar, llegando a la salida a la misma velocidad que entraste. Siendo la velocidad inicial 0, el tiempo transcurrido serían sólo 42 minutos.
Lo más curioso sin duda es que si hiceras el tunel entre dos puntos sin pasar por el centro, como por ejemplo entre Los Angeles y Londres o más cercano a la superficie, entre Los Angeles y Nueva York, el tiempo transcurrido sería siempre el mismo: exáctamente 42 minutos.
Esto es así porque la gravedad tiraría de ti en ángulo, por lo que la aceleración en la dirección del túnel sería menor y por tanto tu velocidad máxima (en el punto medio) sería también menor.
42 en binario es 101010
Es el sexto y último número de los número de Lost. (4 8 15 16 23 42)
Chuck Jones hizo 42 episodios del Coyote y el Correcaminos.
La World Wide Web tiene ahora mismo 155.583.825 webs, lo que significa que hay una web por cada 42 habitantes de nuestro planeta, más o menos.
El enorme y pesado bote de champú está nuevecito. Toda la vida por delante.
Un día lo ves mas ligero, le queda menos de la mitad. Rayos, qué rápidos pasan los días.
Casi no queda... le añades agua... es inútil, ya no es lo mismo, decir na es pa na, se acaba, estirar lo inestirable, es tontería.
Eso cuando eres tú el que le añade el aguita, que otras veces lo pillas, confiado, ves que pesa, y te chorreas de agua jabonosa y helada, que no hace ya ni espuma.
Se acabó el bote de champú....
¿es una alegoría de la vida....? Ni de coña, se agarra un bote nuevo y palante.
Además, con lo azules que son los días, es imposible que la vida se acabe, el camino sigue delante, hacia las montañas, primero, y después, al mar, con mis hijos, con mis amigos, con mi canija, conmigo... toda la vida por delante.
Que le pique un pollo al champú. Que le piquen dos pollos a las metáforas.
el curro de hacer una mega producción de publicidad, en esta ocasión para Peugeot, me ha apartado del sendero de lo diario, me ha hecho pasar días enteros fuera, de casa y de la provincia.
está bien eso, especialmente si es por el muy elevado fin de ganar pasta gansa, tan necesaria, tan rica, tan superflua.
me lo he pasado bien, y es solo el principio, pero me ha descolocado, me ha pulverizado el cadente devenir diario, me ha hecho distraer tiempo de otros menesteres con la excusa de que eran solo unos poquitos días, que al final han sido más de los previstos.
la tan manida frase de que lo urgente no deja sitio a lo importante es de obligada aplicación aquí.
pero creo que he vuelto.
solo necesito un rato para abrir las ventanas y airear la habitación, y tratar de ponerme al día.
muchos trabajos retrasados, muchos amigos abandonados, muchas respuestas a comentarios en el blog sin escribir, muchas fotos por hacer, mucha música por escuchar.
Cinco días perdido por las carreteras de Cádiz, de Huelva, de Sevilla, de Málaga, casi todo el tiempo solo (con mi música y mis pensamientos), y el domingo entero con un productor barcelonés, mi entrañable cataclismo Kiku, y Luca, de París de la Francia.
Muchas cosas que contar, curiosas, sensaciones extrañas cuando tenían que discutir en francés y el aislamiento que te provoca no conocer un idioma...
pero lo que quería comentar a vuelapluma, -porque sigo sin poder pararme con la tranquilidad que me apetece delante de este cristal-, es una curiosa y tierna escena:
en la cena se enseñan fotos de sus hijos, eso que antes se hacía enseñando la cartera.... ¡y ahora se pasan los teléfonos móviles!... genial. Es el nuevo soporte para llevar las fotos de tus niños.
Hoy, rigurosamente hoy, cumplo veinticinco años matrimoniado con la mujer mas maravillosa de esta marea del mundo, de este enorme planeta.
Aunque solo fuera porque me ha regalado seis hijos, los más queridos individuos no contributivos de mi vida, los más independientes seres con los que me he cruzado en este camino, tan corto, tan largo, aunque solo fuera por eso, ya me habría merecido la pena.
Pero es que además los minutos que sumados dan horas que sumados dan días que sumados dan vidas completas, muchas, distintas, han sido convertidos por el mero hecho de rozar su ámbito en un collar de felicidades, en un serranía azul de auténtica alegría de vivir.
No me imagino esta media vida, más de media vida sin su presencia, sin sus sonidos ni sus aromas, sin el roce de su pelo, sin esa manera clara de mirar, de mirarme, sin esos océanos de nubes de mandarina.
todo empezó el extraño día en que alguien decidió que ese trozo de tierra, que no era de nadie, de repente era suyo
y los demás se lo creyeron
después alguien decidió no trabajar para comer
porque un ente superior, invisible y que solo él vehiculaba
ordenaba que fuera alimentado, y después vinieron los tributos, y las armas, y después alguien decidió ser algo llamado rey, y lo demás no solo le creyeron, sino que le obedecieron, y dieron su hacienda y su vida si él lo ordenaba.... son cosas que ya no ocurren... ¿no? o sí... cómo era todo...
todo es cuestión de palabras
de verbos
bien usados, pueden servirnos
si a un trasvase lo llamamos reconducción puntual de sobrantes de agua, aunque siga siendo un trasvase, ya no lo es
lo malo de lo peor es que nos creemos lo que los listos nos dicen
es justo lo que nos merecemos
hay muchos más ejemplos
abortar es interrupción del embarazo
robar es dar una hipoteca
rendirse a unas cucarachas asesinas es un proceso de paz
hablar de la delincuencia de los rumanos de mi barrio es ser racista
que España sea uno de los principales proveedores de minas antipersona del mundo no es más que desarrollo industrial
que en Cádiz y en Sevilla haya desaparecido el tejido industrial y empresarial no es culpa de nadie, es que somos unos vagos muy simpáticos, no es que Chavez nos haya desollado la piel durante unos casi treinta años (¡y sigue teniendo mayoría absoluta!)
el llamado arte conceptual contemporáneo es un magnífico negocio, pero en realidad sobra esa palabra, arte, y falta gente que diga que el emperador va desnudo, y que es un patochada carísima
que le den el premio cervantes a un señor que no lo merece, solo porque es de su logia, no lo convierte en literato, ni en poeta, pero es que tiene el cervantes, ah... en ese caso....
Si el pobre es ciego, pues es ciego, no invidente
si es enano, no digas gente-pequeño
si es negro no digas de color (de color... cual?)
si es un cabrón no le llames inadaptado
si es un niño no le llames persona en vías de desarrollo
si es suramericano no le llames sudaca
si es moro no le llames norteafricano
si es Dios no lo llames Destino, o Cosmos
o sí, llámalo como te de la gana
Palabras pervertidas
los hijos de la luz deberían aprender de los hijos de las tinieblas, a ser listos, digo, no a prostituir las palabras
lo puse sin darme cuenta por ahí, perdido en una respuesta a un comentario
nunca se me hubiera ocurrido decir algo semejante
nunca conscientemente
le he dado vueltas al asunto
incluso escribí alguna entrada sobre el tema, la pasta, los leuros
con mi mentalidad de pobre de vez en cuando fantaseo con lo que haría con una buena morterá, como todo el mundo, especialmente cuando llega la navidad y su loteria
pero los que tienen dinero no suelen hacer esas cosas, esos excesos
simplemente viven mejor
más comodamente
hasta que se les mete una piedra en el zapato
y les entra una depre
o un cancer
o un hijo doblao
o quebrao
o morio
y entonces toda la pasta en realidad te sobra, y la cambiarías por un segundo de vida
cuando uno va sobrellevando diversas putadas mientras navega por la vida
y ve sufrir
y ve morir
estupidamente
lo que de verdad uno comprende es ese tópico tan cierto de que lo que de verdad vale la pena en la vida no se puede pagar con leuros ni con dólares
y que al final y al principio que te quieran y querer es la mejor lotería
y que si para algo quiero el dinero, o lo querría si lo tuviera, sería para comprar las únicas tres cosas que se pueden comprar con el poderoso caballero:
espacio
tiempo
silencio
lo demás, la vida, nos rodea, nos moja, nos llena de su aroma, pero no solemos verlo hasta que se va.
En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
Ella estaba en el principio con Dios.
Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.
En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres,
y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
...
Así empieza el Evangelio de san Juan, el Águila de Patmos, donde escribió el críptico Apocalipsis. Este Capítulo uno, versículos del uno al cinco, no es mucho más claro.
¿Qué es esa Palabra?
Recuerdo aquellos versos alucinantes de Blas de Otero, Me queda la Palabra:
Si he perdido la vida, el tiempo, todo lo que tiré, como un anillo, al agua, si he perdido la voz en la maleza, me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo lo que era mío y resultó ser nada, si he segado las sombras en silencio, me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro puro y terrible de mi patria, si abrí los labios hasta desgarrármelos, me queda la palabra.
...
O estos otros de mi queridoLeón Felipe:
Hermano, tuya es la hacienda
la casa
el caballo
y la pistola.
Mía es la voz antigua de la tierra
y me dejas desnudo y errante por el mundo.
Más yo te dejo mudo... ¡Mudo!
¿Y cómo vas a recoger el trigo
y alimentar el fuego
si yo me llevo la canción?
...
Siempre la palabra.
Al principio, la palabra.
Al final, la palabra.
Para qué quieres todo el oro, toda la historia, todas las guerras, todos los caminos, si te quedas mudo, si no te guía la música de la palabra.
Ya me corregiréis, no he leído el Silmarilión más que una vez, pero recuerdo que al principio solo era Ilúvatar, hasta que dijo SEA, y de su pensamiento, de su palabra, creó los Ainur, y la música inundó el mundo... la Palabra. Y por la palabra todo fue. Todo es.
...
Es por eso que creo que la poesía es la mayor de las Artes. Es por eso que creo que la poesía es el origen de todas las Artes, de todas las formas de creación, de todas las maneras de buscar la Belleza, de los pocos asuntos que merecen la pena en este mundo que nos ha sido dado habitar.
De las pocas empresas que de verdad te hinchan el pecho.
...
Ay, amor, que se fue por el aire
ay, amor, que se fue y no vino
...
Raul González Muñón, poeta porteño (de Buenos Aires, no del Puerto de Santa María), mirando una etiqueta de Johnny Walker (tradúzcase) escribió Juancito Caminador... todo a broma se toma, todo menos la canción:
Juancito caminador... Murió en un lejano puerto Su prestidigitación.... Poca cosa deja el muerto. Terminada su función -canción, paloma y baraja- Todo cabe en una caja. Todo, menos la canción. Ponle luto a la pianola, Al conejito, a la estrella, Al barquito, a la botella, Al botellón, a la bola. Música de barracón -canción, baraja y paloma- Flor de campo sin aroma. Todo, menos la canción. Ponle luto a la veleta, Al gallo, al reloj de cuco, Al fonógrafo, al trabuco, Al vaso y a la carpeta. Su prestidigitación -canción, paloma y baraja- El tiempo humilla y ultraja. Todo, menos la canción. Mucha muerte a poca vida, ¡que lo entierren de una vez La reina del ajedrez Y un poeta lo despida! Truco mágico, ilusión -canción, baraja y paloma- Que todo en broma se toma. Todo, menos la canción.