Siento una profunda admiración por las personas cultas.
Y mi envidia es pavorosa cuando me enfrento (en todos los sentidos de la palabra enfrentar) a un intelectual.
Cuando leo un libro escrito con criterio, con ritmo, con palabras bien colocadas, con evidente trabajo de preparación, con hondura, entonces ocurren muchas explosiones, pero principalmente dos: una, que me enriquece y me infla el pecho de placer intelectual y a la vez estético, y la otra, que me siento como un miserable.
Tengo ese privilegio, que como ya llevamos cincuenta años juntos Toi y yo, pues ya nos conocemos, un poco, y nos tenemos confianza. Como si fuéramos de la familia.
Y si le llamo miserable, me equivoco muy poquito. En el sentido de lleno de miserias. Una de las principales es que soy (es) más flojo que un muelle de guita.
Y esa vagancia, al final, y al principio, lo único que me da son disgustos. Porque gracias a la pereza no estudié solfeo, ni empecé piano, ni seguí pintando, ni parece que vaya a terminar mi novela, ya avanzada, ni llené de pájaros de colores la pajarera que hicimos Teresita y yo, hace tantos años ya.
En casa aprendí a que leer era bueno solo viendo que mis padres lo hacían. Y de aquella época guardo emocionado y agradecido recuerdo a un libro muy especial: Locos Egregios, de Juan Antonio Vallejo-Nájera. Con el hilo conductor de enfermedades mentales (el autor era psiquiatra) se recreaban y analizaban artistas de todas las épocas, pero con una amenidad, con un conocimiento, con una profunda sabiduría que te hacía querer saber mucho más de Maquiavelo, de Santiago Rusiñol, de Cellini, Caravaggio, Farinelli, Goya, Schumann, Van Gogh, Nijinski, y especialmente... Mozart, aunque usando como excusa la locura de Schikaneder, el libretista de La Flauta Mágica, con quién Wolfgang se corría buenos tientos, y que acabó, pobre, completamente grillao.
Ese libro me descubrió que existen unas enormes puertas, por las que se puede entrar a reinos infinitos de placer, de sabiduría, de goze, de maravilla.
Y debo decir que intenté, desde entonces, que sería el año setenta y tantos, abrir todas esas puertas. Pero... que va. No hay manera. Andamos por el octavo año de otro siglo y sigo usando las ventanas.
Y pasa que le he cogido el gustillo, a eso de asomarme. Me resulta grato usar esas entradas falsas, las ventanas, para colarme en el reino de Brahms, y en el de Lorenzo de Medici y su armonioso rio Arno lleno de poemas.
Me asomo, picoteo, robo lo que puedo, y salgo por piernas.
El tio del famoso chiste, ese que dice, niña, cierra la ventana que va a entrar el fresco... y entró el fresco y se llevó los muebles... pues ese soy yo. (Otra versión dice y entró el fresco y la dejó preñá, pero me gusta menos).
Ventana que veo abierta me encaramo y mango una sinfonía, y me la bebo, o cojo la chica de la perla, de Vermeer, y me enamora su mirar, o agarro de la mano a Axel Munthe y me voy con él a montar Saint Michael con roba di Timberio...
Pero siempre por las humildes ventanas, no vayan a verme forzando un portón lleno de Schopenhauer o Kierkegaard y me vayan a confundir con un intelectual, o, lo que es peor..., con un erudito...¡¡o un pedante!!!
También uso las ventanas para otros asuntos. Cuando se nos fue Hilario, pegó un portazo al cerrar, pero, ay, se dejó las persianas levantás, y las cortinas flotando al viento. Y por ahí nos colamos unos cuantos sinverguenzas y atorrantes... ¿Verdad Mon? ¿verdad, Gerardo, Silvia, Teresa, Antonio, Victor, Eva, Delia...? ¿verdad Calero?
Tengo que pedir disculpas.
La exposición de los cojones (¿o era de fotos?) se ha retrasado un día, al viernes 18, a las 8 de la tarde, por mor de que sea más fácil por si alguno queréis venir de fuera de Sevilla, que me haría muy feliz (estáis TODOS invitados), y me tiene absorvido o absorto.
He tenido que diseñar el catálogo, ocuparme de las ampliaciones, de montarlas, de diseñar y llevar a imprenta los tarjetones.... y es dentro de na, la semana que viene, y el día sigue teniendo na más que treinta y dos horas.
Por eso tengo el Shakuhashi mu abandonao.
Pero antes muerto que perder la vida... solo tenedme un poco de paciencia.